Hasta el día en que le despidieron, Jorge K. ignoraba que
fuese un número. Pensaba que la sombra que había proyectado durante un lustro
en la empresa a la que había dado lo mejor de sí profesionalmente era una
sombra antropomorfa, pero al leer el contenido del sobre sorpresa que dejaron
sobre su escritorio y bajar los ojos al suelo, tal vez buscando que éste se
abriese de golpe y le tragase, comprendió que no había sido más que la
escuálida sombra que proyecta una cifra. Entonces le asaltaron las dudas. ¿Habían
contratado cinco años antes a su esencia humana o a su esencia aritmética? ¿Había
estudiado filología o trigonometría? ¿Eran ecuaciones aquello que parecían
metáforas o acaso el diagrama de Venn se había travestido de rima asonante para
hacerle luz de gas? Jorge K. trató de buscar palabras que resumiesen el dolor
que sentía ante aquel golpe bajo, pero el común denominador de todas ellas
anuló su significado, convirtiéndolas en números primos y encima homófonos con
complejo de raíces cuadradas. Sintiéndose ya un empedernido estudio de caso,
una cobaya perdida en aquel modelo de muestreo aleatorio, salió como sonámbulo a
la calle y cruzó la carretera, daltónico a los colores del semáforo. El
concierto clamoroso de cláxones, el chirrido histérico de frenos y el griterío desaforado
le hicieron bajar la vista hacia la tierra. Estaba tan concentrado en intentar
descifrar la codificada maraña burocrática que envolvía sus papeles de despido
que ni se había dado cuenta de que le habían atropellado. Lo que más le jodió
fue que, ni aun incorpóreo ni subido a una nube, se libraba de ser un frío número
más en una triste estadística de accidentes de tráfico.
Este blog contiene en su esencia y espíritu el deseo de ser un homenaje y una invitación a la Cultura, a la Literatura, al Arte, a las Humanidades en general. A través de él deseo que todos los que se acerquen a sus contenidos sean tocados por la magia de la armonía y de la belleza que las palabras pueden transmitir.
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¡Qué triste! Pero cierto lamentablemente...ojalá pudiéramos lograr la fuerza interior necesaria para superar esa frialdad con que la sociedad trata a las personas, y encontrar y proteger nuestra esencia, bien cuidadita ahí muy dentro nuestro.
ResponderEliminarMuy bonito igual tu relato, la belleza del retrato de la realidad aunque sea dura...
Muchas gracias, Claudia! Normalmente hago literatura más escapista, pero el jueves entré en contacto directo con la realidad laboral y eso me animó a escribir este relato. Tienes razón: debemos proteger nuestra esencia. Sólo así conseguiremos que cada vez nos afecte menos la deshumanización de una parte de la sociedad.
EliminarTriste historia para urdir un buen micro, Ricardo.
ResponderEliminarMe gusta el sabor a amargura que transita todo el texto, esa reflexión azorada del personaje, el cuestionamiento que permanece a pesar de su marcha.
Un saludo,
Muchas gracias, Pedro. Por desgracia, el argumento (convenientemente novelado) está basado en una historia real. Las tres claves que das para entender el texto son muy precisas. Es un placer que me hayas leído.
EliminarUn abrazo.
Ricardo, ojalá pudiera analizar el texto de forma más profesional y describirte con palabras técnicas lo que tu escrito me ha transmitido. Cada palabra te atrapa y engancha hasta llegar al final
EliminarHola Ricardo...
ResponderEliminarMe gustaría saber expresarme una décima parte de como te expresas... que envidia... Me ha encantado.
Una historia real tristísima... quien iba a decir que se escribirían historias así... tanta riqueza... todo tranquilidad... mucho trabajo... y a la vuelta de la esquina todo se derrumba... a la p. calle.
Ánimo!!!
Seguro que has dejado un hueco grande... personas como tu son difíciles de encontrar.
Un abrazo.