La magnífica Olivia de Havilland
(1916-2020), que en gloria cinematográfica esté, fue protagonista de numerosos
clásicos del Hollywood dorado. Hermana de la también excelsa Joan Fontaine,
pareja fílmica inseparable del legendario Errol Flynn y especialmente dotada
para los registros más dramáticos, lo que no quiere decir que no brillase en
comedias como “Es amor lo que busco (It's Love I'm After, 1937)” o “La hija del
embajador (The Ambassador’s Daughter, 1956)”, Olivia nos ha dejado a una edad
absolutamente prodigiosa en busca de aires más sanos que los que se respiran
últimamente en este atribulado planeta. No te lo reprochamos, querida Olivia,
porque estamos seguros de que añorabas intensamente el Hollywood que te dio a
conocer en las pantallas de todo el mundo. Y es que el inmortal celuloide que
la actriz ayudó a crear con sus memorables interpretaciones ya es cosa del
pasado y nunca más se repetirá. Por parafrasear el título de una de sus
películas más célebres, esa forma de hacer cine con anhelos de posteridad
directamente “se fue con el viento”. Esperemos que Olivia también se marchara
así, arrastrada suavemente hacia el Olimpo del Star System por una ráfaga de
viento de atrezzo.
Además de ser la sufrida Melania
de “Lo que el viento se llevó”, la amargada Catherine Sloper de “La heredera” o
la dulce Lady Marian de “Robin de los Bosques”, títulos que le dieron un
merecido prestigio, Olivia también encarnó papeles muy interesantes en su
madurez. Uno de los más recordados fue en “Luz en la ciudad (Light in the
Piazza, 1962), preciosa película dirigida por Guy Green donde interpretaba a la
señora Johnson, una norteamericana acaudalada que, durante un viaje a
Florencia, ve con preocupación cómo su hija Clara (Yvette Mimieux) vive un
inocente romance con un joven italiano de buena posición, Fabrizio Naccarelli
(George Hamilton).
¿Qué puede haber de malo en
semejante relación, hallándose los dos en la hermosa ciudad renacentista y con
el dulce verano como estímulo de los enamorados? La respuesta es que Clara,
aunque de apariencia perfectamente normal, sufre un retraso mental como
consecuencia de un accidente de equitación ocurrido años antes. Su mente de
niña no ve nada censurable en el modo gentil y amable en que el apuesto
Fabrizio se dedica a cortejarla, siguiendo a ambas damas por las calles
florentinas y sobornando al portero de su hotel para que le informe de los
restaurantes donde comen diariamente.
La actriz compone un papel emocionante
como la entregada madre que intenta dar la oportunidad a su hija de conocer
otro tipo de felicidad antes de ceder a los drásticos planes de su marido Noel
(Barry Sullivan), un industrial de corazón frío que pretende internar a Clara
en una institución mental, como si no hubiese otro destino más afortunado para
la joven. Basada en la excelente novela homónima de Elizabeth Spencer, “Light
in the Piazza” es una historia para todas las estaciones que contó, además, con
el protagonismo de Rossano Brazzi, imprescindible en este tipo de producciones
de ambiente italiano. Siempre recordaremos a la Olivia de Havilland de los años
60 como Meg Johnson, la maravillosa madre que, tal como afirma su personaje en
la escena final, está segura de “haber hecho lo correcto” para que su hija no
renuncie a la posibilidad de ser feliz con otro ser humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario