El templo casi estaba terminado. Sólo faltaba una piedra de trece letras. El arquitecto buscó dentro de sí y halló una P. Su hermano le regaló una A y su vecino una Z. Su mujer y su hija formaron una E y una N. Un caminante sacó de su mochila una L y una A. El vendedor de periódicos le recortó una T. La florista le dio una I y una E por el precio de una rosa, y en el buzón encontró dos cartas con el remite RR. Sólo faltaba otra A, que llegó con un soplo de esperanza.
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