LA CASA DE LOS CUATRO PUNTOS CARDINALES

lunes, 26 de septiembre de 2011

VENIMOS DEL MAR

De la realidad poética como experiencia transcendental.
La fuerza viene del Espíritu.

Cuando los agentes de la Guardia Civil les preguntaron a Harum y compañía por su país de origen, éste respondió sencillamente que habían venido del mar. Desubicados y exhaustos por el arriesgado viaje al que habían conseguido sobrevivir, los pasajeros de la chalupa permanecían ahora sentados en un círculo autárquico y regenerador. Harum apenas sí conocía diez palabras en castellano, pero algún día aprendería a juntar las suficientes como para describir a aquellos policías de verde lo que se siente al atravesar el océano en una cáscara de nuez. Y es que las embestidas de aquel mar bravo y picado volvían frágil al más fuerte, sensible al más curtido, nervioso al más templado. Ni siquiera Harum, del que todos decían que se pasaba el día en las nubes, había conseguido abstraerse de la realidad de aquellas olas que rompían contra su endeble embarcación y hacían agua en los cimientos de ilusión de sus ocupantes. Una cosa eran sus lecturas acerca de los viajes del mítico Simbad y otra muy distinta emprender aquel periplo suicida, y Harum habría dado lo que fuera porque el legendario marino les hubiese echado una mano con sus mágicas artes, remolcándoles desde una goleta revestida de oro y perlas preciosas o convenciendo al mar, por medio de un milenario sortilegio, de que atenuara su fuerza. Harum no podía contarle esto a nadie, si no quería arriesgarse a una reprobación de su familia por tener la cabeza llena de pájaros. No es que la reprimenda le importara tampoco mucho. Como decía su profesor, el Sr. Ezhiz: “Cada cual nace como es, y así debe aceptarse”. Mirando a sus compañeros de itinerario, familiares y vecinos principalmente, Harum se preguntó si en aquel nuevo país al que habían arribado serían aceptados tal cual nacieron. “Venimos del mar”, repitió el muchacho a los insistentes policías de verde y, apoderándose de él súbitamente el cansancio, se tendió sobre el duro suelo, en sus sueños lecho dorado.

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