LA CASA DE LOS CUATRO PUNTOS CARDINALES

jueves, 6 de febrero de 2020

HASTA SIEMPRE, MR. DOUGLAS







Amigo Kirk:

Al amanecer, como si fuera todavía producto del sueño o un jirón de pesadilla, me he enterado por los periódicos de que ya no estás físicamente entre nosotros. Sé que hace tiempo que tenías un pie en el monte Olimpo de los Inmortales del Cine, al que perteneces por derecho propio desde que gritabas en exteriores rodados en España: “¡Yo soy Espartaco!”


Tu admirable longevidad casi me convenció de que ibas a vivir para siempre, como sucede con todos los maravillosos personajes de celuloide que creaste de la nada. Has recorrido un largo camino, querido Issur Danielovitch Demsky, pues tal galimatías fue el nombre que recibiste al nacer, y puede afirmarse en voz alta que el Séptimo Arte nunca habría sido lo que fue sin tu imprescindible presencia. Tan solo unas líneas no bastan para dar cabida a todo mi agradecimiento por ese espíritu aventurero, entusiasta y alegre que nos transmitiste a través de aquellas películas del Hollywood clásico, pero te ruego las aceptes como un anticipo de futuros homenajes a tu talento.



Fuiste un sólido Ulises de Ítaca, un loco de pelo rojo llamado Vincent Van Gogh, el esclavo libertado y libertador Espartaco, el consumido jugador de póker Doc Holliday, el valiente marino Ned Land, el temible jefe vikingo Einar y un trompetista obsesionado por el sonido perfecto. También pasaste dos semanas en otra ciudad, la mítica Roma, encontrándote a ti mismo mientras ayudabas a Edward G. Robinson a enderezar una película dentro de otra película. Te pusiste bajo la sombra de un gigante en Israel y contemplaste el último atardecer junto a Dorothy Malone, tras siete días de mayo y una primera victoria. ¿Y recuerdas cómo desenfundaste tu revólver ante el cantante Johnny Cash? Solo podía quedar en pie uno de los dos en aquella plaza de toros donde tuvo lugar el gran duelo. ¡Y qué gracioso estuviste oficiando de abogado con yate propio para tres herederas, en una de tus escasas incursiones en la comedia! El número tres parece repetirse en tu carrera cinematográfica: Carta a tres esposas, que rodaste a las órdenes del intelectual Mankiewicz; Tres amores, que te permitió subirte a un trapecio con la dulce Pier Angeli; e incluso Saturno 3, donde te asomaste al espacio exterior con Farrah Fawcett, ex Ángel de Charlie.





Atravesaste senderos de gloria y libraste un duelo de titanes para defender la libertad de expresión, blanqueaste la Lista Negra de Hollywood e hiciste un pacto de honor en la pradera sin ley de la industria cinematográfica. No obtuviste por ello ningún Oscar, solo tres nominaciones y un premio honorífico de la Academia, de los que se dan a destiempo, con vergüenza y mala conciencia por no haberlos concedido en su momento a una estrella de cine ejemplar. Sin embargo, al contrario del título de una de tus primeras películas, en la que interpretabas a un campeón de boxeo, nunca fuiste un ídolo de barro. Siempre mantuviste el compromiso con la intensidad interpretativa y poseíste un fino olfato para detectar los guiones más prestigiosos de tu época. Si no, que se lo pregunten a Vincente Minnelli, Elia Kazan, King Vidor o Richard Fleischer, que tuvieron la gran suerte de dirigirte en alguna de sus mejores películas.

Aunque te hayas ido de estas latitudes terrenales, sé que no andas muy lejos, amigo Kirk. A lo mejor solo has ido a esperar el último tren de Gun Hill o te has subido de nuevo al Nautilus para recorrer otras 20.000 leguas de viaje submarino de la mano de Walt Disney. Incluso puede que solo hayas emprendido un retorno al pasado, tal vez a bordo del barco inmerso en un bucle temporal que comandabas en El final de la cuenta atrás. Al término de este gran carnaval que es la vida, puedes descansar en paz por haber ofrecido tu mejor interpretación ante el auditorio del mundo. Nunca serás uno de esos hombres olvidados ni tampoco caminarás solo. Los valientes andan solos, como le ocurría a tu personaje del cowboy anacrónico que trata de sobrevivir en un oeste en vías de extinción, pero un valiente como tú, el hijo del trapero que se elevó sobre la posición social que le había tocado en suerte hasta dejar una huella imperecedera en los espectadores de todo el mundo, jamás será un extraño en nuestra vida.   



    

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