LA CASA DE LOS CUATRO PUNTOS CARDINALES

martes, 6 de agosto de 2019

Carta de amor de los Marx a la Monroe (después de ver Niágara)


¿Alguna vez os habéis preguntado cuál habría sido la reacción de los Hermanos Marx tras ver “Niágara”, la mítica película de 1953 que, según la publicidad de la 20th Century Fox, presentaba a Marilyn Monroe como “un rugiente torrente de emoción que ni siquiera la naturaleza es capaz de controlar”? En esta carta de amor, que no encontraréis en las Cartas de Groucho, me atrevo a imaginar el resultado en forma de epístola amatoria. Sirva este texto humorístico, además, como homenaje al verbo fructífero del genial Groucho, que nos dejaría precisamente un mes de agosto, allá por el año 1977.  







Querida Amada de las Cataratas:



Aunque los tres nos hemos enamorado perdidamente de ti, mis hermanos me han pedido (inocentones ellos) que sea yo quien te escriba esta carta. Si has visto quién firma tan osada epístola amatoria (como ves, mi vocabulario se sale de lo común), entenderás por qué. Mi hermano Harpo no habla nunca en la pantalla, por lo que prefiere callar también por escrito para no desencantar a sus admiradores. Según sus indicaciones gestuales y bocinazos, te ama porque eres rubia y bien proporcionada. Parece simple, pero es que él también lo es. En cuanto a Chico, mi hermano pianista, supongo que también debe estar coladito por ti, pues empezó a tocar el Sueño de amor de Liszt la noche del viernes y aún no ha parado (ni siquiera para apostar por una carambola segura en los billares). Hoy es lunes, aunque debo confesar que mis desvelos por ti me hacen perder la noción del tiempo y otras nociones que desconocía poseer.





Seguramente te preguntarás cuándo ocurrió este vaivén emocional que nos ha sacudido a los tres vástagos de una humilde familia consagrada al vodevil (otra frase como esta, y se me acabarán los recursos literarios al mismo tiempo que la tinta). No es fácil precisarlo en mi corazón, y mucho menos en el de estos dos gansos que figuran como abajo firmantes, pero creo que fue cuando apareciste con aquel vestido rojo ceñido en la película de las cataratas (no recuerdo el título). Harpo puso esa cara de camafeo que solo se le dibuja en las grandes ocasiones, mientras que Chico se quitó su ridículo sombrero y me dirigió una mirada bovina (su aspecto no mejora con la cabeza descubierta). Respecto a mí, la escena de marras provocó que se me cayera el puro de la boca (y era de los de dólar y medio) y me sumió en un estado de inopia mental del que aún no me he despertado (me invade el temor de si será congénito). Desde entonces, recito en soliloquio románticos versos de Shelley que me abstendré de incluir aquí. También me abstendré de seguir hablándote de los sentimientos que hacia ti abrigan (y eso que estamos en agosto) mis hermanos y pasaré directamente a enumerarte los míos (ya sé que es una puñalada trapera y que, probablemente, ellos no lo harían, pero todo es válido en el amor y la guerra, ma cherie).


Un hombre mayor (bueno, tampoco mucho más, aunque ¿qué importa la edad cuando se tiene savoir faire? ¿O era laissez faire? Lo malo de utilizar estas condenadas citas francesas es que hay que estar continuamente consultando el diccionario que me sirve para calzar la cómoda, con el consiguiente riesgo de contraer lumbago) siempre es un aliciente para cualquier joven. Y si se trata, como es mi caso, de un hombre mayor culto, las ventajas son todavía más considerables (si consideras esto como una declaración, es que no te han hecho la corte como es debido). En mí, querida amada, tendrías un hombro sobre el que llorar cuando la presión te supere (siempre y cuando no me conviertas el saloncito en un pequeño Niágara y la presión recaiga sobre el hombro derecho. El izquierdo claudicó tras una partida de tenis con mi hijo). También te ayudaré a no dar pasos en falso (o en falsete, depende de quien lleve la voz cantante) e incluso te aconsejaré sobre qué peinado te favorece más (los nacidos bajo el signo de Libra tenemos un criterio estético infalible. ¿A que pensabas que era Leo?).   


Pero volvamos a lo que de verdad importa, que es la exaltación de tu belleza, ese zafiro incandescente que nos ha abrasado a los tres Marx por igual y que me obliga a peregrinar por la cocina durante interminables noches en blanco (si mis cheques no estuvieran también en blanco, podría irme a peregrinar lejos de la nevera). Sabes que el único antídoto para este hechizo es concedernos (lo digo en plural, pero ya me entiendes…) el beneficio de tu amor. 


Devotamente tuyos, Harpo, Chico y Groucho Marx.


P.D.: Más que devotamente, sería remotamente, puesto que nos separa la distancia, que no el olvido. Uy, que empiezo otra vez…






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